El mate va y viene, de mano en mano. La aguja atraviesa la tela, el hilo sube y baja…va y viene, dibuja, marca, señala. Mis manos van y vienen, suben, bajan, piensan. Mi madre nombra a mi abuela, dice que de joven bordaba. Mis manos se detienen, mi pecho late fuerte y siento la emoción en mis ojos. -¿Bordaba? -Sí, de joven, hacía el punto cruz.
Otro día, misma escena: la luz cae sobre la mesa, el mate que circula. Yo saco las telas y mi madre que dice: -¡Tu abuela hizo unas servilletas de lindas! Ella bordaba de joven, con su hermana, la tía Mary….ellas bordaban. Y de repente ya no soy yo y mis manos. Ya no soy yo y mis puntadas temblorosas. Es mi abuela, joven, con sus ojos cielo, bordando unas servilletas, dibujando cruces en una tela que imagino blanca, muy blanca. Y es mi tía Mary, sus manos grandes y finas, sus ojos claros, siguiendo la puntada. Son ellas charlando, bordando la vida.
Son los años. Es mi abuela Vivian en su pueblo, bordando la distancia. Soy yo, en esta ciudad, con mis manos y mis miedos. Soy yo, con mis ojos, con la voz de mi madre y el hilo que sujeta para atrás y trae susurros, recuerdos y voces que no están, pero resuenan, cuando el azul atraviesa la tela y se parece a unos ojos. Soy yo, con esta historia y sus dibujos y la sangre que tira. Soy yo y mis manos, bordando mi historia. Soy yo y mis manos, dibujando una cruz, en la tela blanca, muy blanca, que quizás algún día, sea una servilleta.
Cuando te vuelva a ver...
Era tiempo de estar en casa para cuidarnos y una nochecita mirando la luna pensé en mi ahijado más peque que por ese entonces tenía mucha fascinación con la luna.
Pensé "cuando te vuelva a ver..." y enseguida ese extrañar pasó al papel y se extendió, pensé en todas mis personas más queridas, a quienes extrañaba tanto.
Y así, palabra a palabra, recordando momentos lindos y proyectando el futuro se fue bordando...
Esta poesía nació una noche en un papelito, después pasó a una libreta y más tarde a la tela.
Lo bordé un fin de semana en un campo en Entre Ríos y como si con la poesía no alcanzara, allí vi los cielos más estrellados que recuerde.
Por la noche la poesía del cielo y mi mirada tratando de abarcarlo todo.
Durante el día mis manos pintando en la tela esa inmensidad.
Escribir un pueblo.
Bordar palabras, figuras y en cada puntada traer paisajes, olores, momentos, voces y personas queridas.
Hace muchos años dejé el pueblo, pero siempre estoy volviendo.
Vuelvo con un olor en una mañana, con un silencio profundo.
Vuelvo en algún sueño y camino sus calles.
Vuelvo escribiendo, cosiendo, bordando.