Erica Aisa

Bordados y Escritura

La memoria familiar y el bordado

El mate va y viene, de mano en mano. La aguja atraviesa la tela, el hilo sube y baja…va y viene, dibuja, marca, señala. Mis manos van y vienen, suben, bajan, piensan. Mi madre nombra a mi abuela, dice que de joven bordaba. Mis manos se detienen, mi pecho late fuerte y siento la emoción en mis ojos. -¿Bordaba? -Sí, de joven, hacía el punto cruz.

Otro día, misma escena: la luz cae sobre la mesa, el mate que circula. Yo saco las telas y mi madre que dice: -¡Tu abuela hizo unas servilletas de lindas! Ella bordaba de joven, con su hermana, la tía Mary….ellas bordaban. Y de repente ya no soy yo y mis manos. Ya no soy yo y mis puntadas temblorosas. Es mi abuela, joven, con sus ojos cielo, bordando unas servilletas, dibujando cruces en una tela que imagino blanca, muy blanca. Y es mi tía Mary, sus manos grandes y finas, sus ojos claros, siguiendo la puntada. Son ellas charlando, bordando la vida.

Son los años. Es mi abuela Vivian en su pueblo, bordando la distancia. Soy yo, en esta ciudad, con mis manos y mis miedos. Soy yo, con mis ojos, con la voz de mi madre y el hilo que sujeta para atrás y trae susurros, recuerdos y voces que no están, pero resuenan, cuando el azul atraviesa la tela y se parece a unos ojos. Soy yo, con esta historia y sus dibujos y la sangre que tira. Soy yo y mis manos, bordando mi historia. Soy yo y mis manos, dibujando una cruz, en la tela blanca, muy blanca, que quizás algún día, sea una servilleta.